martes, 5 de junio de 2012

Sobrevivieron a la toma de las islas y al hundimiento del General Belgrano


Jorge Martínez integró uno de los dos batallones de infantes de marina que desembarcaron el 2 de abril en Malvinas. Francisco Romero iba en un destructor que ayudó a rescatar víctimas del Belgrano. Fotos




JORGE MARTÍNEZ Y FRANCISCO ROMERO, EX COMBATIENTES


Son protagonistas de un hecho histórico, testigos directos de todo lo que implica una guerra. Jorge Martínez y Francisco Romero estuvieron en dos pasajes claves de la gesta de Malvinas: la toma de las islas y el rescate de los sobrevivientes del hundimiento del crucero General Belgrano. El inicio y el principio del fin del conflicto bélico que marcó la Argentina, del que se cumplen 30 años.

En esos días Jorge, de entonces 18 años, cumplía el servicio militar obligatorio en la Armada y le restaban sólo dos meses para completarlo. Estaba destinado al Batallón de Infantería de Marina Nº1 con base en Puerto Belgrano, donde desarrollaba funciones como “furriel” (oficinista).

Recordó que a mediados de marzo de 1982 les entregaron indumentaria de abrigo y fusil y que luego comenzaron los simulacros y formaciones de alarma durante las noches. Sin saberlo, él y el resto de los soldados estaban siendo preparados para lo que se denominó la Operación Rosario, el plan de las Fuerzas Armadas para tomar rápida y sorpresivamente las Malvinas.

Así, Jorge, su compañero de oficina y el resto del grupo partieron desde Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca, como refuerzo del Batallón de Infantería de Marina Nº2 en el buque rompehielos Almirante Irizar.

Recién el 27 de marzo el comandante del operativo, el contralmirante Carlos Büsser, les comunicó a la tropa que iban a recuperar las islas.

“Nos da una charla que comienza diciendo: ‘las Malvinas son nuestras y vamos a recuperarlas’. Ahí empezamos a tomar conciencia de que íbamos a una guerra, comenzaron los interrogantes y entraron los miedos”, dijo Jorge, cuya tarea junto con su compañero era preparar con un mimeógrafo los volantes a repartir en las islas para comunicar a su población las instrucciones de cómo actuar luego de la toma.

El desembarco y la toma

El desembarco estaba previsto para el 1 de abril, pero por las malas condiciones del tiempo se postergó un día. Así, alrededor de las 4 de la madrugada del día 2 el grupo de comandos liderados por el capitán Pedro Giachino tomaron el faro y luego la casa del gobernador de las islas, donde en un tiroteo con soldados ingleses murió este oficial, que se convirtió en el primer caído de la guerra.

El grupo de infantes de marina que integraba Martínez tomó la Casa de Gobierno (lo que sería el Municipio del lugar). Para ello, los soldados fueron trasladados en helicópteros del Irizar al aeropuerto local en tandas y justamente Jorge formó parte del primer viaje.

“Bajamos en el aeropuerto y nos dirigimos a la Casa de Gobierno, donde no se preveían focos de resistencia. Había cinco soldados ingleses que nos rechazaron con tiros y gracias a Dios no hubo ninguna baja”, indicó Jorge. “Es una cosa que no se puede describir, te embarga y envuelve el miedo, la incertidumbre de si salís o no con vida. Además, cuando estaba haciendo el Servicio Militar una sola vez fui a tiro y recién ahí aprendí a desarmar y armar el fusil. Encima, el que me dieron se me trababa. El armamento era viejo y había que hacerle mantenimiento”.

El ex combatiente aseguró que “la toma tenía que ser sin disparar un solo tiro de parte nuestra”. Pero luego los británicos se rindieron cuando evidenciaron que estaban rodeados por un número mayor de soldados argentinos, que ni siquiera dispararon al aire. Así finalizó la recuperación de las islas, que duró pocas semanas.

“Hacía mucho tiempo que no se veía el sol en las Malvinas y ese 2 de abril del '82 fue un día de sol. Después estuvo nublado y frío con lluvia permanente”, dijo Jorge sobre el tiempo, lo que fue una metáfora de lo que vendría después.

Martínez, que actualmente es presidente del Centro de Veteranos de Malvinas de San Rafael, dejó las islas el 4 de abril, pero al finalizar la guerra fue traído a San Rafael con otros ex combatientes locales en un colectivo que venía con las ventanas tapadas con papeles de diario.

Recuerdos sobre el hundimiento de un gigante

Francisco Romero era un militar de carrera en la Armada Argentina. En marzo de 1982 revestía el rango de cabo segundo y estaba haciendo el curso de buceo táctico en la base de Mar del Plata. Anteriormente, como parte de su formación como comando, había realizado los cursos de paracaidismo, esquí, submarinista y nadador de rescate.

En su caso los movimientos también comenzaron a mediados de ese mes, mientras se intensificaba el conflicto en las islas Georgias de Sur. Aunque como habitualmente realizaban entrenamientos de desembarco, especularon con que se trataba de uno más. “Lo que nos llamó la atención es que cargaran cajas de municiones reales, no de práctica, pero pensamos que tenía que ver con el problema con Chile por el canal de Beagle”, recordó el ex combatiente.

Francisco fue embarcado en el destructor Bouchard, que también zarpó de Puerto Belgrano, y “en la noche del 1 de abril recién nos dijeron el objetivo que teníamos nosotros”.

Durante el conflicto bélico, el Bouchard patrulló el sur de las islas y junto con destructor Piedrabuena acompañaron al crucero General Belgrano, ya que éste último no tenía sonar antisubmarinos y los otros dos buques le prestaban apoyo.

El ex marino explicó que antes de su hundimiento, al Belgrano se le había ordenado entrar al canal San Carlos para evitar el ataque de submarinos y aviones, pero fue ubicado por los ingleses y el submarino nuclear Conqueror lo atacó fuera de la zona de exclusión, ya que se trataba de un buque de alto poder de fuego.

Romero recordó que el 2 de mayo de 1982 “el vigía del Bouchard, que era un conscripto, le dijo al oficial de guardia que al Belgrano le faltaba un pedazo de la proa (parte delantera) . Y el oficial le respondió: ¿Cómo le va a faltar un pedazo? Entonces se subió al puesto del vigía y en el momento en que estaba mirando el crucero con los prismáticos es cuando le dieron con el segundo torpedo en la popa (parte trasera)”.

Minutos después el Bouchard también fue atacado, pero evitó su hundimiento debido a que el torpedo no dio de lleno, sino que literalmente lo rozó, siguió su marcha y explotó unos metros más adelante. No obstante, eso abrió el casco y comenzó a inundarse una parte del barco, pero el daño no fue grande y la rotura pudo sellarse con el material de secado rápido que se utilizaba para ello. “Por el impacto el barco se inclinó unos 45 a 48 grados, a los 55 grados se hubiera hundido. Todos los que estábamos en las camas caímos al suelo”, evocó.

Además explicó que se escuchó “una explosión tremenda” y luego sonó el zafarrancho (sirena) de abandono del buque “porque el que hizo sonar la alarma se equivocó, ya que había que tocar el zafarrancho de combate”. Instante después se escuchó la alarma que correspondía para prepararse para una posible batalla.

El destructor se alejó de la zona del ataque, pero una hora después el comandante de la flota ordenó al barco retornar al lugar para buscar sobrevivientes del hundimiento del Belgrano. “Recién al otro día, cuando comenzó a amanecer, encontramos la primera balsa”.

Entonces se les ordenó a los nadadores de rescate, entre ellos Francisco, arrojarse a las heladas aguas del Atlántico para alcanzar la balsa, que llevaba dos hombres muertos. Posteriormente se detectaron otras balsas con sobrevivientes. “Para nosotros fue una alegría impresionante saber que estaban vivos”.

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