miércoles, 20 de abril de 2022

EL IPS PRESENTO LA COORDINACION DE VETERANOS DE GUERRA DE MALVINAS 20 DE ABRIL 2022






En un emotivo acto homenaje a los veteranos de Malvinas, la presidenta del Instituto de Previsión Social de la provincia de Buenos Aires – IPS-, Marina Moretti, presentó la Coordinación de Veteranas y Veteranos de Guerra de Malvinas.

“Cuando pensamos en cómo rendirles homenaje, como hacerles honor, no se nos ocurre otra mejor manera que hacerlo trabajando”, afirmó Moretti. En tal sentido, por Resolución de la presidencia del organismo, quedó creada la Coordinación que estará conformada por un equipo de trabajo abocado específicamente a llevar adelante las tareas relacionadas a los beneficios de los Héroes de la Patria.





Moretti destacó: “Hoy estamos muy contentos y contentas de inaugurar con uds, que son en definitiva los protagonistas de esta historia y representan a todo el pueblo argentino, el lugar que los va a recibir cada vez que haga falta” y agregó “para poder rendirles homenaje en vida, destacar su honor y decirles infinitamente gracias”.

La nueva Coordinación dentro del IPS, estará abocada al desarrollo integral de las acciones que resulten necesarias para garantizar el otorgamiento en tiempo y forma de las prestaciones de carácter contributivo y no contributivo en favor de los veteranos de guerra y sus derechohabientes de las cuales resulte autoridad de aplicación la Caja de seguridad social de la provincia.

También, quedó inaugurado el “Espacio Malvinas” en la sede central del organismo, que permitirá garantizar la atención prioritaria a las veteranas y veteranos para realizar consultas o iniciar trámites.

viernes, 8 de abril de 2022

MALVINAS , LAS BALAS NO DISCRIMINAN , LOS POLITICOS K, SI....



El 6 de abril tuvo lugar en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires un acto de homenaje a los combatientes de Malvinas, convocado por la legisladora Lucia Montenegro y en presencia de la diputada nacional Victoria Villarruel, hija de un comando de Malvinas. Nicolás Kasanzew aprovechó la ocasión para hacer una grave denuncia por discriminación.

Nicolas Kasanzew

miércoles, 6 de abril de 2022

BAUTISMO DE FUEGO DE LA PRIMERA ESCUADRILLA AERONAVAL DE HELICOPTEROS



Durante la recuperación de las islas Georgias del Sur, el Alouette 3H-110 entró en combate; con sus acciones participó de la rendición de las fuerzas británicas en Grytviken.




Cuatro horas demandó la acción de combate aquel 3 de abril por parte del Alouette 3H-110. Esos intensos 240 minutos constituyeron el bautismo de fuego de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros, por lo que la Nación Argentina le otorgó la condecoración “Honor al Valor en Combate”. En estas acciones quedaron plasmados el valor y el coraje de los tripulantes de esa unidad y de este componente de la Armada que hoy honramos y recordamos.

Bajo fuego

El 28 de marzo de 1982 embarcaron tres helicópteros Alouette III en el portaaviones ARA “25 de Mayo” y dos helicópteros Sea Lynx en los destructores ARA “Hércules” y “Santísima Trinidad”. Estos buques, junto con los destructores “Comodoro Py”, “Seguí”, “Piedra Buena” y “Bouchard”; las corbetas ARA “Drummond” y “Granville”; el buque de desembarco “Cabo San Antonio”; el rompehielos ARA “Almirante Irízar” y el submarino ARA “Santa Fe” conformaron la fuerza de tareas anfibia, cuya misión era recuperar las Islas Malvinas.

Otro helicóptero Alouette había sido embarcado en el buque polar ARA “Bahía Paraíso” para la Campaña Antártica, junto a un helicóptero Puma del Ejército. El «Bahía Paraíso» y la corbeta ARA “Guerrico” debían recuperar las islas Georgias del Sur.







Concretada la Operación Rosario en Malvinas el 2 de abril, ese mismo día pero a 1300 kilómetros de distancia, en las Islas Georgias del Sur, la corbeta y el buque polar se encontraban para traspasarse infantes de Marina y pertrechos.

El 3 de abril por la mañana se exigió la rendición de Grytviken con un mensaje en inglés, repetido 3 minutos después. Los británicos informaron ser solo civiles. Para entonces, el Alouette 3H-110 –tripulado por el Teniente de Navío Remo Busson, el Teniente de Corbeta Guillermo Guerra y el Suboficial Segundo Julio Gatti– ya sobrevolaba el lugar haciendo reconocimiento; y la “Guerrico” efectuaba su primera entrada en la caleta Capitán Vago.

Quince minutos después se ordenó a la base Grytviken que el personal saliera a un lugar visible, avisando que habría un desembarco de la Infantería de Marina. Mientras tanto, desde la corbeta advirtieron la presencia de infantes de Marina británicos armados.

El helicóptero Puma del Ejército se destacó para poner en tierra al primer grupo de 15 infantes de Marina argentinos, a cargo del Teniente Luna, en el lado opuesto de la denominada casa Shackleton, donde los marines estaban atrincherados.

La segunda oleada decoló desde el “Bahía Paraíso” a bordo del helicóptero Puma trasladando al Teniente de Corbeta Giusti con otros 14 infantes de Marina, aterrizando al Este de la posición del primer grupo, bien a la vista del destacamento británico. Esto hizo que el helicóptero quede al alcance de las armas automáticas enemigas que granizaron con un intenso fuego la aeronave, pero sin impedir que el piloto cruzara la bahía y aterrizara de emergencia en la costa Sur. En ese ataque murieron los conscriptos Mario Almonacid y Jorge Néstor Águila, mientras que otros cuatro hombres resultaron heridos.



Desde el Alouette, el Teniente Guerra descendió con una ametralladora MAG y prestó apoyo a la aeronave en su regreso hacia el “Bahía Paraíso”.

Por entonces, las tropas del primer grupo desembarcado comenzaron su marcha hacia los británicos que, una vez abatido el helicóptero, dispararon sobre ellos fuego pesado. Ante esto, el Teniente Luna requirió a la ARA “Guerrico” fuego de apoyo.

La corbeta realizó un nuevo avance sobre la estrecha ensenada y abrió fuego. Las armas de 20 mm se atascaron, por lo que continuó con las de 40 mm, con las que solo pudo disparar seis andanadas. El cañón de 100 mm también quedó fuera de servicio después del primer tiro. Completamente expuesto, el buque debió virar dentro de la caleta, abriendo fuego con las armas ubicadas en su otra banda.




El Alouette 3H-110 trasladando heridos al buque polar ARA «Bahía Paraíso».

Los británicos dirigieron sus disparos sobre el buque golpeándolo con fuego de armas ligeras y con un lanzacohetes antitanques de 84 mm. En este ataque murió el Cabo Primero de Mar Patricio Guanca y otros cinco marinos resultaron heridos. También quedaron dañados otros varios sistemas del buque de la Armada.

Mientras tanto, el Alouette, pese a que era un helicóptero de reconocimiento y no de transporte de tropas, había transportado a los otros 10 infantes de Marina fuera del alcance de las armas británicas. La “Guerrico”, en ese interín, salía fuera de la bahía, y las tropas argentinas reasumían el intercambio de disparos con los marines.

Una vez fuera del alcance de las armas británicas, la corbeta volvió a poner en servicio sus cañones de 40 mm y reanudó el fuego contra la posición enemiga. Esto convenció al Teniente Mills de que todo estaba terminado y ordenó a sus marines cesar el fuego. Luego se acercó a las posiciones argentinas agitando una capa blanca y se entregó, recibiendo la orden de hacer salir individualmente a sus subordinados.

A las 13.35 hs se informó que había sido arriada la bandera británica. Por la tarde fueron apresados 13 civiles que se hallaban dispersos en las inmediaciones. De esta manera, Argentina asumió el control de las islas y de Puerto Leith.

Fue así que el Alouette 3H-110 pasó a la historia como la primera aeronave argentina en tomar parte en acciones de guerra, constituyendo el bautismo de fuego de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros. La unidad de la Aviación Naval fue condecorada con la medalla “Honor al Valor en Combate”, al igual que cada uno de sus tripulantes.

martes, 5 de abril de 2022

LOS APUNTES DE LA UNS QUE PERMITIERON HUNDIR UN BUQUE INGLES EN MALVINAS





La sorprendente historia de un libro que permitió a los pilotos de la Aviación Naval asestar un duro golpe a la marina británica en la guerra de 1982.








A medida que pasan los años, cada vez más hechos demuestran no sólo el valor y el profesionalismo con el que combatieron nuestros pilotos de la Aviación Naval en Malvinas, sino también doctrinas de combate propias utilizadas, en inferioridad de medios, para sorprender la abrumadora cantidad de tecnología disponible en el bando enemigo.

El caso de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque, unidad nacida en la Base Espora a comienzos de los 70`s, que para 1981 había alcanzado el límite de vida útil en sus jets monoplazas reactores Skyhawk A4Q, es uno de estos ejemplos.


Ocho aviones se encontraban con posibilidad de vuelo, pero varios presentaban fisuras a consecuencia de la operación en portaaviones y requerían el recambio de las alas para seguir volando.

Los cañones no funcionaban, salían dos o tres disparos y se trababan dejando al caza indefenso ante un hipotético combate aéreo contra otro caza enemigo. A esto había que agregarle que los cohetes en los asientos eyectables estaban vencidos, poniendo en peligro la vida del piloto al quedar atrapado dentro de la cabina.

Sin embargo, los pilotos conocían cada avión, cada uno de ellos volaba diferente y cada uno tenía un A4Q preferido.

El 21 de mayo de 1982 no fue un día más para los aviadores navales y mucho menos para los británicos. Ese jornada la Tercera Escuadrilla de Ataque iba a entrar en la historia al hundir a la fragata clase 21 “HMS Ardent” en la bahía de San Carlos.

Eso forma parte de una historia ampliamente difundida. Sin embargo, detrás de la escena, hubo otra historia desconocida y no menos apasionante:: la de los apuntes de la UNS que permitieron semejante proeza militar cargada de alto profesionalismo.



Los hechos, que se remontan al conflicto con Chile, fueron rescatados del olvido por el escritor bahiense Claudio Meunier y formarán parte de un nuevo libro.

“Gerardo Agustín Sylvester, matemático estadístico bahiense y profesor titular del Departamento de Matemática en la UNS; escribió una obra de estudio y consulta que se llamó Montecarlo, aplicación en las Empresas y las Fuerzas Armadas, que se editó en 1970. Copias de esta obra se pueden encontrar en el Conicet o hasta en Mercado libre.

Durante la guerra las fotocopias de esa obra estaban en el kiosquito de apuntes del departamento de Matemáticas de la universidad a disposición de los alumnos y son esas mismas páginas las que el MI5 del servicio británico de Inteligencia debió haber rastreado pues en el final del libro se publica un ejercicio de estadística clave.

Allí se detalla un supuesto ataque a un buque de guerra con una clase específica de avión en cuanto a sus características, con uso de determinado armamento, formas de atacarlo y se precisan también, a través de la estadística, los resultados del ataque.

“Por ejemplo, mencionaba que dos grupos de tres aviones cada uno, seis en total con un total de 24 bombas (cuatro cada uno), lanzadas en reguero (una tras otra separadas por fracciones de milisegundos) y cruzando el objetivo desde diferentes ángulos, podían impactar de lleno al buque hundiéndolo u horquillándolo, es decir haciendo explotar las bombas a sus costados y ocasionándole serias averías.



“También precisaba que en la acción se iba a perder el 50% del grupo de atacante. Esa es la estadística a la que habían llegado en el departamento de Matemática de la UNS el Profesor Sylvester con un núcleo de docentes muy capacitados que lo acompañaron en este trabajo único”, señala Meunier.

“El ataque del 21 de mayo de 1982, con la misión de los Skyhawk de la Aviación Naval Argentina, estuvo basado en las fotocopias de un libro de la UNS. Es decir que si los británicos querían saber cómo los iban a atacar sólo tenían que ir al kiosco y fotocopiarlo”, agrega.

Para llevar a la práctica la teoría del matemático local, la escuadrilla adquirió bombas americanas Mk 82 con cola retardada.

El personal terrestre, clave en el mantenimiento de los Skyhawks a través de su departamento de armas, conocía el manejo de ellas por el alto grado de adiestramiento.

De esta forma la escuadrilla entraba en la historia de la aviación mundial al ser la única en el mundo preparada para combatir a buques de guerra enemigos con doctrina propia y armamento especial para este cometido.
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No fue ninguna sorpresa cuando el 21 de mayo seis Skyhawks partieron con sus cuatro bombas para producir daños en el desembarco ingles. Sin embargo, el primer vuelo de la mañana retornó con su armamento al desviarse de la zona de ataque por un problema en el sistema de navegación instalado días antes, el cual no permitió que los pilotos lograran, bajo la presión del combate, la preparación correcta.


En el segundo vuelo participaron seis aviones divididos en dos grupos de tres. El líder del primer grupo era el del capitán de corbeta y vecino bahiense Alberto Philippi, quien solicitó que le dieran un avión sin ese equipo de navegación ya que lo haría como siempre había volado.

El segundo grupo tuvo dos aviones con navegador provisto de los valores correctos, en tanto el restante debía volar a la vista de los otros dos para no perderse en el retorno.

“La escuadrilla se preparó para atacar a los buques. No era como el Super Etendard, que lanzaba el misil fuera del horizonte del enemigo y se volvía. Los Skyhawks navales debían llegar hasta el blanco volando rasante, bajo fuego antiaéreo, esquivando misiles, sin poder disparar sus cañones, elevarse a 50 metros de altura exponiéndose aun más al fuego enemigo y lanzar las bombas pasando por encima del buque”, refiere Meunier.


“Como los Skyhawks no tenían intervalómetro para lanzar las bombas unas detrás de otra, emplearon un método criollo local: utilizaron los lanzadores de sonoboyas que tenían los aviones Grumman Tracker de lucha antisubmarina. Fue realmente una obra maestra lo que hicieron para lanzar en reguero esas bombas americanas de 250 kilos con cola retardada. Estas se frenaban en el aire permitiendo que el avión pudiese escapar y no ser alcanzado por la onda expansiva”.

Pero esa historia tuvo un capítulo más, no exento de dramatismo, ya que el hijo del profesor Gerardo Agustín Sylvester, el teniente de navío Roberto Gerardo Sylvester, era uno de los seis pilotos que ese 21 de mayo se preparó para atacar al desembarco británico en San Carlos.


“El padre lo llamó la noche anterior, estaba preocupado, su hijo se encontraba en esa lotería del 50 por ciento de pérdidas. Es decir, un ejercicio que él fabricó le toco vivirlo a su hijo, lo que resultó algo terrible para él”, comenta Meunier.

La mañana del día del ataque –agregó-- Sylvester se subió a su automóvil Opel K 180 y se fue a la Base Espora a escuchar en los equipos de radio el ataque a los buques. Seguramente escuchó al capitán Philippi decir: ‘Soy Mingo, me eyecto, me dieron, estoy bien’ y también el grito de alerta del teniente de fragata Marcelo Marquez diciendo ‘Harrier, Harrier’. Segundos más tarde su voz se apagaba cuando uno de los Sea Harrier piloteado por John Leeming lo alcanzaba con una salva de cañones esparciendo su Skyhawk en el firmamento luego de explotar su turbina.

“Luego escuchó al teniente de navío José César Arca, con su avión averiado, informando que se trababa en combate con un Harrier para luego eyectarse en Puerto Argentino. Así. una de las máximas del libro del profesor Sylvester, se cumplía: la mitad del grupo atacante era derribado. Márquez murió y Philippi y Arca lograron eyectarse. El primero fue tomado prisionero y el segundo fue rescatado por un helicóptero del Ejército Argentino.



El matemático vivió momentos muy difíciles, escuchar a su hijo yendo al combate volando en el segundo grupo. Los tenientes de navío Benito Rotolo, Sylvester y Carlos Lecour, alertados por las voces de los primeros tres pilotos que estaban siendo atacados, emplearon lo practicado una y mil veces: acercarse al blanco volando bajo estricto silencio de radio.

Uno detrás de otro, en fila india, los tres Skyhawks se acercaron a una velocidad de casi mil kilometros por hora llevando un regalo impensado para los británicos, practicar con ellos la parte final del ejercicio de ataque incluido en el libro, que algunos poseían en fotocopias.

Al llegar a la bahía de San Carlos, Rotolo observó a la fragata “Ardent” humeando profusamente, una bomba del capitán Philippi y una del teniente Arca habían dado de lleno en la popa ocasionándole incendios de magnitud.



Rotolo la señaló y los tres pilotos fueron tras la castigada fragata que en horas de la mañana había sido blanco de los Dagger de la Fuerza Aerea Argentina basados en Río Grande.

Las bombas de Rotolo explotaron a cada lado del buque, Lecour la alcanzó con una de nuevo en la popa, destrozándola por completo. Esa fue la estocada, el golpe de gracia.
Sylvester, impresionado por la explosión delante suyo, apuntó a la “Ardent” y lanza su carga con resultados dantescos para el buque británico que pocas horas después se hundía producto de las averías.

En la base Espora, Gerardo Agustín Sylvester, respiró profundo y hondo, volviendo a la vida cuando escuchó la voz de su hijo y sus compañeros llamándose entre ellos e iniciando el retorno a Río Grande.

Los tres pilotos sobrevivientes formaron parte de la estadística Montecarlo, lograban retornar a su base y ser el otro 50% que salía con vida.

“Es decir que se cumplieron los parámetros de hundimiento, uso de bombas, lanzamiento y pérdidas, fue a mi entender el ejercicio de estadística mas peligroso que creó este notable matemático de nuestro medio”, concluyó Meunier.

HUNDAN AL NARWAL....



La increíble historia de los pescadores argentinos que la Armada mandó a Malvinas como espías.

El pesquero Narwal luego de ser atacado fue abordado por tropas especiales británicas y sus tripulantes fueron hechos prisioneros de guerra. (Gentileza Lucio Bussetti).


HMS ALACRITY


Lucio Bussetti, jefe de máquinas, cuenta la increíble historia del buque pesquero , que fue confiscado por la Armada y enviado a la zona de exclusión para reportar movimientos de la flota británica4 de abril de 202212:56


¡Lucio, Lucio, tora máquina, tora máquina, nos siguen! La orden emitida por el capitán de pesca Asterio Wagatta, paraguayo descendiente de japoneses, llegó a través de la radio a Lucio Bussetti, maquinista del buque pesquero Narwal.-

En la sala de máquinas, Bussetti estaba solo. Ante la orden de Wagatta (que repetía “tora máquina”, queriendo decir “toda máquina”), no dudó en llevar los aceleradores a fondo. La temperatura de los escapes se elevó a 410 grados. En el exterior de la nave se vivían momentos de tensión. En medio de la noche, una fragata británica, que resultó ser la HMS Alacrity, se acercó al Narwal con sus luces apagadas, al amparo de la oscuridad. 

La nave de guerra navegó a la par del barco pesquero durante horas. Hasta que encendió sus reflectores de alta potencia Aldis y alumbró el casco rojo de su acompañante. Los británicos ordenaron a los pescadores retirarse de la zona de exclusión. En la siguiente noche, ocurrió lo mismo. La voz de Wagatta fue oída en el equipo de radio que Bussetti poseía en la sala de máquinas: “Lucio, Lucio, pare los motores”.

 La fragata HMS Alacrity repitió la maniobra, pero endureció el tono de su advertencia: debían retirarse del área o serían atacados. El Narwal continuó navegando en el sector, desoyendo las amenazas del enemigo. No hubo avisos posteriores. Parecían solo incidentes aislados hasta que, el 9 de mayo, el pesquero argentino recibió el ataque prometido.


Lucio Orlando Bussetti, maquinista del Narwal, durante sus días de maquinista en buques pesqueros. (Gentileza Lucio Bussetti).


Lucio Bussetti nació en la localidad portuaria de Ingeniero White. Apasionado por la disciplina deportiva del básquet, se convirtió en jugador. Su estatura lo favoreció. Se unió a los clubes Comercial, Deportivo Norte, Mainque de Rio Negro, Estrella en la ciudad de Bahía Blanca e integró el seleccionado local en la década del setenta. Se hizo marinero a bordo de buques pesqueros. Fue su medio de vida y su otra pasión.

Pescadores y espías

La historia de Bussetti -y su relación con el Atlántico Sur- suena fascinante en primera persona: “Unos meses antes de la guerra me incorporé a la tripulación del pesquero Narwal en calidad de maquinista. Pasaba mis jornadas de trabajo bajo cubierta, siempre con luz artificial. En octubre de 1981 tuvimos un incidente peligroso con la brutal naturaleza del mar en aquellas latitudes. Navegábamos cerca de las islas Malvinas, íbamos pescando. 

El capitán del buque observó desde el puente de comando una ola de más o menos 18 metros de altura que avanzaba hacia el Narwal. Él había navegado los siete mares y creía que el Océano Índico había sido su peor experiencia, pero descubrió en ese momento que esto era peor... y, quizás, el final. Jamás en su vida de marino había visto una ola de esas características. 

El Narwal escaló a través de la ola casi en forma vertical y a toda máquina, pero luego vino lo peor. Al alcanzar la cumbre de la ola y sobrepasarla se abrió el mar. Las hélices siguieron girando fuera del agua, el buque se encaminó hacia un precipicio y cayó casi en picada, apuntando su proa al fondo del mar. El impacto contra la masa de agua fue digno de una película. 

La vajilla de a bordo dejó de existir, las ollas en la cocina salieron despedidas de los sujetadores y volaron por todos lados. El buque, luego del impacto, emergió, se incorporó y prosiguió su marcha. Afuera, en la cubierta, los tambores de combustible y aceite que llevábamos estibados y amarrados se esfumaron. Algunas de las barandas simplemente desaparecieron. Pero nos salvamos”, dice.


El Narwal poco antes del conflicto. (Gentileza Lucio Bussetti).


¿Cómo llega el Narwal a la guerra de Malvinas? Estaba amarrado en Mar del Plata cuando la Armada Argentina tomó el control del buque y su tripulación. Lo incorporaron a una flota de pesqueros (entre los que también estaban el María Alejandra y el Ursubil) que tenía por misión dar vueltas alrededor de las islas Malvinas, adentrándose en la zona de exclusión para observar y reportar el movimiento de la flota británica. Debían mezclarse entre los pesqueros que trabajaban en el lugar e intentar pasar desapercibidos.

El Narwal partió rumbo al Atlántico Sur con su dotación original: 23 tripulantes. Eran todos civiles, sin ningún tipo de preparación para navegar entre buques de guerra. A ellos se les sumó el teniente de navío Juan Carlos González Llanos, quien simulaba ser un pescador más, aunque llevaba un equipo de radio para pasar información. Que su capitán fuese un paraguayo, hijo de japoneses, aportaría más confusión en caso de ser abordados por los ingleses.



Ya en las inmediaciones de Malvinas, el Narwal entró y salió de la zona de exclusión las veces que quiso. En cubierta, parte de la tripulación maniobraba las redes como si realmente estuviesen pescando mientras González Llanos observaba a la flota británica. Bussetti sabía que estaban haciendo tareas de inteligencia y tenía un mal pálpito. Hoy, 40 años después, historiadores concluyeron que al Narwal “lo engancharon porque andaba más bien solo”.
“Nos bombardearon dos Sea Harrier”

-¿Cómo fue su primer contacto real con la guerra, Lucio?

-Al iniciarse el conflicto, nuestro barco fue confiscado por la Armada Argentina. Básicamente, era usado para observar movimientos de la flota enemiga dentro de la zona de exclusión. Luego del 1 de mayo, nuestro buque de casco color rojo comenzó a ser observado por los ingleses. Al principio, nos sobrevolaron helicópteros. En las noches siguientes apareció la fragata Alacrity con sus advertencias. Después no hubo más avisos: nos atacaron.


Lieutenant David Morgan piloto de Sea Harrier que concreto su ataque junto al Lt Cdr. Gordon Batt sobre el pesquero Narwal. (Cortesía David Morgan).

-¿Cómo fue el ataque al Narwal?

-Ocurrió el 9 de mayo. Yo tenía 30 años y no imaginaba lo que estaba por vivir. A las ocho y media de la mañana, fuimos sobrevolados por dos Sea Harrier. Sentí que algo malo estaba por suceder y me puse el salvavidas. Ellos cumplían con sus advertencias: como desobedecimos las órdenes de retirarnos del área, nos atacaron. Cada Sea Harrier nos lanzó una bomba. Una de ellas golpeó el mar y, al explotar, levantó una columna de agua de magnitud. La otra nos dio de lleno. La bomba atravesó varias cubiertas, se introdujo en el corazón del pesquero y explotó. Quedé shockeado, paralizado. Bajé por las escaleras internas y escuché gritos que provenían de una cubierta más abajo. Encontré herido de gravedad a Omar Rupp que también era, como yo, de Ingeniero White. Él había sido alcanzado por la bomba y le faltaba uno de sus miembros inferiores. Se murió en nuestras manos, en la cubierta, al aire libre, abrazado a un triciclo que le había comprado a su pequeño hijo en Buenos Aires mientras el buque se encontraba en dique seco.

Pensé que esto era lo peor, pero luego aparecieron de nuevo los Sea Harrier y cañonearon el buque mientras intentábamos abandonarlo. Recibí 35 esquirlas en mi cuerpo. Mi overol de trabajo -que aún conservo- lleva las marcas. A continuación, varios helicópteros británicos procedieron a nuestro rescate. Me inyectaron morfina y en calidad de prisioneros arribamos al portaaviones Invencible. Al descender del helicóptero, se acercó el jefe de la cubierta de vuelo para prestarme auxilio. Yo estaba fuera de mí. Además, la morfina había hecho efecto. Me reí, lo empujé, lo maltraté. El oficial británico reaccionó, me agarró la muñeca, la pasó por mi espalda: “¿Cuál es su problema?”, me preguntó. Le contesté en inglés: “No voy a poder jugar al básquet por mi pierna herida”. Entonces, ante mi respuesta, el jefe de cubierta pasó mi brazo sobre su hombro y me ayudó a caminar.


Lucio Bussetti es asistido durante su arribo al portaaviones británico HMS Invencible el 9 de mayo de 1982. (Gentileza Lucio Bussetti).

-Me ingresaron al quirófano del buque. Seguía alterado. Apareció el comandante del buque, el capitán de navío John Jeremy Black. Se acercó y me preguntó: “¿De qué se ríe usted?”. Yo seguía bajo los efectos de la morfina. “Usted me hace acordar a Sir Francis Chichester”, le dije. Black no pudo contener su flema inglesa, esbozó una sonrisa y se retiró. Chichester era un marino británico que había circunvalado el planeta a bordo de un velero durante una regata oceánica.

En esas horas se realizó un servicio religioso a bordo y se llevó a cabo el entierro en alta mar de Omar Rupp según las antiguas tradiciones marineras.


El buque pesquero Narwal, construido en Ostende, Bélgica en 1961 y tenía setenta y un metros de largo. (Gentileza Fundación Histarmar).
“Había dos palabras que a los ingleses le daban pánico: Super Etendard”

-¿Cómo fue su vida de prisionero de guerra, teniendo el status de “personal civil”?

-Mis primeros días fueron en cuidados intensivos y desde mi cama entendí lo que se vivía a bordo. Había dos palabras que a los ingleses les daba pánico: Super Etendard. Conté treinta alarmas, a razón de tres por día durante diez días. Tres de ellas fueron violentas, al punto que nos dejaron solos en la sala, sin nadie que nos vigilara. Volví a recibir la visita del comandante del portaaviones, el capitán Black. Cada noche pasaba a ver mi estado de salud y quería saber sobre mi actividad de basquetbolista. El día que me trasladaron en helicóptero al buque hospital británico HMS Hecla junto a mis compañeros, un marino del Invencible me obsequió varias cosas, entre ellas una medalla del buque.


Obsequio de un tripulante del portaaviones HMS Invencible a Lucio Bussetti y que conserva en la actualidad. (Gentileza Lucio Bussetti).

-¿Cómo continuó su vida de prisionero?

-Pasé al buque hospital Uganda y me agarró el desembarco en San Carlos, el 21 de mayo. Otra jornada para el olvido: padecí junto a los británicos las embestidas de la aviación argentina. Pensé que nos iban a meter otra bomba.

Dos días más tarde, mientras tomaba aire en una de las cubiertas, hubo una alarma de ataque aéreo. Aparecieron tres Skyhawk, uno cruzó sobre nuestro buque, era un A-4Q fácil de distinguir por su color gris clarito y panza blanca... los conocía de verlos volar sobre Bahía Blanca y sobre el mar. Supe, con el tiempo, que era el capitán Castro Fox con sus numerales que iniciaban su ataque sobre blancos en San Carlos. Luego nos trasladaron de nuevo buque hospital HMS Hecla que me transportó a Uruguay. Arribé a Montevideo el 2 de junio, abandoné el buque británico, caminé cinco metros y subí a un colectivo que me llevó hasta el buque escuela Piloto Alsina. Al llegar a Buenos Aires, me trasladaron a un hospital. Luego de verificar mi estado de salud y el de mis compañeros, la Armada Argentina nos abandonó. Nos dejaron tirados en la vereda, sin dinero, a la deriva, sin preguntar si necesitábamos algo. Simplemente, desaparecieron. Nos salvaron unos taxistas que nos vieron con nuestros overoles, preguntaron quiénes éramos y, solidarizados, nos llevaron sin cobrarnos un peso a nuestra empresa, la Compañía Sudamericana de Pesca, que tenía sus oficinas en la calle 25 de mayo.


Los tripulantes del Narwal, Jorge García Solca, Carlos Zelasco, Alejandro Gómez, Luis Zaragoza, Jorge Merino, Luis Wens y Lucio Bussetti, descienden del buque hospital británico Hecla en el puerto de Montevideo, Uruguay. (Gentileza Lucio Bussetti).

-¿Volvió al mar después de semejante experiencia?

-Tardé diez meses en reponerme físicamente. Después éramos los loquitos de la guerra, como saben todos, y no conseguía trabajo. Pero el básquet me salvó. Me entrevisté con un gerente técnico que resultó ser Roberto Fiore. Teníamos la misma edad, pero yo no lo tuteaba. Él sí me tuteaba, y me sorprendió con sus palabras: “Sos basquetbolista bahiense, yo me acuerdo de vos. ¿No te acordas de mí? Yo entraba de suplente en partidos contra ustedes y te tenía que marcar a vos”.

Al concluir la entrevista, me pidió que me presentase el lunes siguiente en su oficina. Le agradecí y me retiré. En la fecha pactada me presenté y Roberto me informó: “Lucio presentate en el buque pesquero Borrasca. Lo demás es historia, a los pocos días navegaba en el Golfo San Jorge en ese buque dedicado a la pesca de la merluza. Luego, al observar mi veteranía, me enviaron al pesquero Lapataia y luego pasé a buques del sector petrolero. Navegué 33 años y me jubilé como jefe de máquinas. El mar es mi mundo, como las canchas de básquet, donde tengo mis recuerdos más preciados. Tuve oportunidad de compartir vestuario con leyendas del básquet nacional y local en Bahía Blanca: Atilio Fruet, Alberto Cabrera, Jorge Cortondo, Adolfo Scheines, José Polo De Lizaso, Eduardo Ojunian, Raúl Lopez... ¡y hasta Jorge Ginobili, padre de Manu, en equipos contrarios!


Lucio Bussetti junto a su compañero Carlos Ovejero en sus días del básquet. (Gentileza Lucio Bussetti).

Lucio Bussetti actualmente reside en el balneario de Pehuen-Có, al sur de la provincia de Buenos Aires, cerca de Punta Alta. Sigue atraído por el mar, es parte de su vida. De carácter reservado, rara vez comparte sus recuerdos de la guerra. Justamente ahora, pone punto final a la entrevista. Teme haberse explayado demasiado. “Aún a 40 años de la guerra de Malvinas, mis recuerdos siguen tan vivos como si hubieran ocurrido ayer”, agrega.