Los dos veteranos de la Guerra del Atlántico Sur en 1982, integraron el contingente de veinte ex combatientes que el Gobierno de la Provincia de San Luis, ayudó a viajar a las islas entre el 8 y el 14 de noviembre. Durante su estadía casi pisan un explosivo inglés que estaba enterrado sin señalizar. "Todo el mundo comentó este hecho que nos pudo matar en el mismo lugar donde ya nos habíamos salvado", señaló Ponce, a la vez que aclaró que él se desempeñó en una compañía del Ejército que instalaba minas, explosivos y campos minados. "Mis familiares todavía están sorprendidos con lo que nos pasó. Porque además era muy peligroso para futuros contingentes que llegaran a ese lugar como nosotros".
El miércoles 12 de noviembre, ambos estaban en Monte London y se detuvieron para merendar mientras el resto del grupo se fue hasta Monte Tumbledown. Laveglia le dijo a Ponce de ir hasta Monte 2 Hermanas para ver los restos de dos helicópteros argentinos (Gendarmería y Ejército) que fueron derribados allí. Como el viento empezó a soplar con fuerza y después el granizo les golpeaba en la cara, se le ocurrió a Laveglia bajar el monte en diagonal hasta un camino que en realidad es una huella de ripio donde sólo pueden transitar camionetas 4x4. Así fue que Ponce tomó la delantera y él se quedó atrás, mientras bajaban y se enterraban los pies en la turba.
“En un momento el viento sopló muy fuerte y a mí me saca del camino. Ese movimiento fue como si Dios me iluminara porque alcancé a ver un palito de un centímetro de color celeste que asomaba por encima de la turba. Mi instinto fue pegarle un empujón a Daniel que cayó rodando. Por supuesto que me insultó pero cuando lo llamé y le mostré lo que había encontrado se quiso morir: si él lo pateaba quedábamos los dos fuera de combate”, contó Laveglia.
“Yo venía caminando con la capucha puesta por la llovizna y el granizo hasta que Néstor alcanza a ver el detonador, me empuja y yo todavía reaccioné mal y lo insulté”, contó el villamercedino, que ahora se ríe de la situación. “Pudo haber explotado, a pesar de que después de 30 años el trotyl se degrada y es incierto saber si puede hacerlo o no, pero seguro nos iba a afectar a los dos”. Aunque después lo confirmaron cuando los marines la sacaron: “Era bastante grande, igual que su poder de fuego”, sentenció Ponce.
El veterano que hoy vive en El Volcán, dijo que se dio cuenta por ser militar de carrera “y eso no era cualquier cosa porque en ese lugar no hay basura, en esa zona no hay nada salvo vestigios de la guerra. Pero la mina no estaba en el camino, sino a unos 60 centímetros sobre el borde de la huella, lo que sería la banquina. Además, es un camino que transita toda la gente que va a visitar las zonas de combate”. Laveglia insistió en que fue iluminado por Dios, “porque si te muestro el tamaño de ese palito es imposible detectarlo y menos con las condiciones climáticas que había”.
Al otro día los dos fueron a presentar la denuncia a la policía local y el viernes los fueron a buscar al hotel las autoridades en un patrullero para que les indicaran el lugar. “La mina estaba en lo que ellos consideran jurisdicción militar y el policía estaba preocupado porque no sabía cómo era un explosivo de éstos. Por eso llamaron a la base militar y llegaron tres Royal Marines, un jefe y dos soldados del grupo de ingenieros”, detalló.
Les mostraron las fotos y los ingleses les pidieron que los acompañaran a buscarla. “La Policía se portó de manera espectacular porque nos llevaron dos veces hasta el lugar para poder encontrarla, el oficial del ejército inglés se sacó una foto con Néstor y yo filmé todo el procedimiento. Los más jóvenes no fueron tan amables, pero la oficialidad y los tipos más grandes entienden cuál es la situación y no tienen problemas con las fotos o con compartir una charla”, explicó Ponce.
El veterano que hoy vive en El Volcán, dijo que se dio cuenta por ser militar de carrera “y eso no era cualquier cosa porque en ese lugar no hay basura, en esa zona no hay nada salvo vestigios de la guerra. Pero la mina no estaba en el camino, sino a unos 60 centímetros sobre el borde de la huella, lo que sería la banquina. Además, es un camino que transita toda la gente que va a visitar las zonas de combate”. Laveglia insistió en que fue iluminado por Dios, “porque si te muestro el tamaño de ese palito es imposible detectarlo y menos con las condiciones climáticas que había”.
Al otro día los dos fueron a presentar la denuncia a la policía local y el viernes los fueron a buscar al hotel las autoridades en un patrullero para que les indicaran el lugar. “La mina estaba en lo que ellos consideran jurisdicción militar y el policía estaba preocupado porque no sabía cómo era un explosivo de éstos. Por eso llamaron a la base militar y llegaron tres Royal Marines, un jefe y dos soldados del grupo de ingenieros”, detalló.
Les mostraron las fotos y los ingleses les pidieron que los acompañaran a buscarla. “La Policía se portó de manera espectacular porque nos llevaron dos veces hasta el lugar para poder encontrarla, el oficial del ejército inglés se sacó una foto con Néstor y yo filmé todo el procedimiento. Los más jóvenes no fueron tan amables, pero la oficialidad y los tipos más grandes entienden cuál es la situación y no tienen problemas con las fotos o con compartir una charla”, explicó Ponce.
Según Laveglia los oficiales pretendían ver la mina desde los autos, “pero yo les dije que había que buscarla a pie. Caminamos varios kilómetros y como se iba el sol, les pedí que buscáramos un poquito más. Como empezó a soplar el viento otra vez, a los 50 metros volví a ver el mismo puntito azul con un montón de agujeritos en la parte superior. Entonces levanté la mano y les dije que la había encontrado”.
El jefe inglés se arrodilló, sacó toda la maleza de alrededor, le hizo unas señas a los soldados que del vehículo sacaron unos detectores de minas y linternas de barrido láser. Les pidieron que se aparten y solamente el oficial inglés le cortó unos cables, después la desenterró y se las mostró.“No era para nada chiquita, era redonda y del tamaño de un disco de arado. La guardaron en la camioneta y después me mostró lo que sería el detonador que pasados 32 años estaba impecable. El marine me hizo un gesto de que si hubiéramos tocado ese palito, volábamos por el aire”, relató Laveglia.
Ponce ahora investiga ese explosivo y dijo que “si no aparece en internet es porque esa mina es de tipo casera, de las que están prohibidas por la Convención de Ginebra como las bombas racimo o las beluga. Yo creo que ésta puede serlo porque cuando se la dibujé a los marines se sorprendieron”, contó.
Después de lo vivido, ambos dijeron “fuimos como amigos y volvimos como hermanos”.
Fuente: El Diario de la República
El jefe inglés se arrodilló, sacó toda la maleza de alrededor, le hizo unas señas a los soldados que del vehículo sacaron unos detectores de minas y linternas de barrido láser. Les pidieron que se aparten y solamente el oficial inglés le cortó unos cables, después la desenterró y se las mostró.“No era para nada chiquita, era redonda y del tamaño de un disco de arado. La guardaron en la camioneta y después me mostró lo que sería el detonador que pasados 32 años estaba impecable. El marine me hizo un gesto de que si hubiéramos tocado ese palito, volábamos por el aire”, relató Laveglia.
Ponce ahora investiga ese explosivo y dijo que “si no aparece en internet es porque esa mina es de tipo casera, de las que están prohibidas por la Convención de Ginebra como las bombas racimo o las beluga. Yo creo que ésta puede serlo porque cuando se la dibujé a los marines se sorprendieron”, contó.
Después de lo vivido, ambos dijeron “fuimos como amigos y volvimos como hermanos”.
Fuente: El Diario de la República
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